Especiales -EL SONIDO EN EL DOCUMENTAL: REALIDAD O FICCIÓN- VOL.3. AMANDA VILLAVIEJA (SONIDISTA) Y MIGUEL BARBOSA (EDITOR DE SONIDO Y ARTISTA FOLEY)
“Documental es todo método de registrar en celuloide cualquier aspecto de la realidad interpretado bien por la filmación de hechos o por la reconstrucción veraz y justificable, para apelar a la razón o a la emoción, con el propósito de estimular el deseo y ampliar el conocimiento y la comprensión, y plantear sinceramente problemas y soluciones en el campo de la economía, la cultura y las relaciones humanas”.
Y en los inicios del cine ya podemos ubicar el nacimiento del género documental, eso si limitado solo a la imagen en un primer momento y clasificado posteriormente como documental realista. Esas filmaciones de hechos cotidianos, de situaciones costumbristas que casi de una manera experimental proponían los Hermanos Lumiere, han evolucionado de una manera tan rápida desde sus comienzos hasta nuestros días, que los códigos narrativos sobre los que se asentaba en un principio han cambiado drásticamente, eliminándose ya las barreras (si las hubo alguna vez) entre la realidad y la ficción.
Pero me gustaría detenerme un instante en la frase «Bien por la filmación de hechos o por la reconstrucción veraz y justificable…». Estos términos (reconstrucción veraz y justificable) que ya de por si alimentan un debate que hoy en día todavía está muy latente, sirven para situar el objetivo los especiales que iniciamos hoy en LaBobinaSonora.
Unos objetivos que se centran en recopilar las distintas reflexiones de varios sonidistas y diseñadores de sonido acerca de distintas cuestiones como la construcción de una ficción sonora dentro de la realidad, la manipulación sonora de la audiencia o la modificación o engaño del contrato o marco Audiovisual. Estas son algunas de las cuestiones que surgen y nacen como motivo fundamental de una necesaria reflexión, dentro de un escenario actual, en donde las lineas entre la ficción y la realidad sonora en el documental, han desparecido completamente.
En esta tercera entrega la Sonidista Amanda Villavieja y el Editor de sonido y Artista Foley Miguel Barbosa son los encargados responder a estas interesantes cuestiones.
Agradecemos especialmente a Amanda y Miguel la disponibilidad y su participación en estos especiales.
LABOBINASONORA: ¿Hasta que punto la manipulación sonora de la realidad que rodea al género documental puede ser contraproducente para el mismo género y las intenciones del Director?.
AMANDA VILLAVIEJA: Partiendo de la base que cualquier representación de la realidad nunca será el mundo real, sino el mundo representado, como punto de partida ya no me parece que tengamos que plantearnos esa cuestión como algo negativo.
La escritura sonora es una transfiguración de la realidad sonora. Y el registro del sonido directo, es decir, el rodaje, es un segundo grado de la escritura de una película. Un acto de interpretación y de elección.
El documental parte de premisas, en esencia, muy parecidas a las de la ficción. Su eje principal y sobre el que gravita todo, es el punto de vista. Punto de vista entendido como escritura encarnada.
Posicionarse frente a un lugar y unos personajes pasa por decidir la distancia sobre la cual vamos a escuchar las cosas. Las variaciones en esa distancia vienen determinadas tanto por el espacio que te permite la realidad, como por la distancia con la que director y sonidista, deciden mirar y escuchar el mundo.
Como sonidista de directo, observo y luego decido qué partes de ese mundo me son más significantes para tratar de dar a oír, para hacer más inteligible aquello que para mi reproduce de una forma más fiel el lugar y las personas a las que filmamos.
Hay veces que me encuentro en rodajes en los que la cámara se sitúa en una posición bastante alejada de la acción que filma. Una lente teleobjetivo así lo permite. En sonido, en cambio, trato de situarme a la altura de los personajes. No existen perchas telescópicas de distancias insalvables. Pedir permiso para colocar un inalámbrico a un personaje y que éste acceda, también es establecer una relación con el otro. No todo el mundo quiere y a veces uno no tiene más remedio que explicarle el porqué todo ese ruido de fondo no te permite captar bien una voz, por ejemplo. Cuando le pones unos auriculares a alguien por primera vez, se queda sorprendido de la cantidad de cosas que puede captar un micrófono.
Hay que mirar y escuchar el mundo a la altura del puñetazo decía Johan Van der Keuken. De esa manera, el espacio vital entre el que filma y el filmado no encuentra oposición. Se establece entonces un espacio común en el que trabajar. Porqué cualquier equipo técnico mediatiza un espacio e invisibilizarse toma tiempo.
El gran trabajo del sonidista es no hacer solo ese trabajo de elección. Un director debe ser consciente de esas elecciones, porqué determinaran la atmósfera de su trabajo. Y así conjugar el punto de vista y el punto de escucha ya en el rodaje, creando sus alternancias y complementariedades.
La puesta en escena del sonido, ese dar a oír, es un trabajo de traslación de los elementos, que toda complejidad del rodaje desordena. Éstos volverán a encontrar su lugar en el trabajo del montaje de sonido y en la mezcla.
MIGUEL BARBOSA: Entiendo que sólamente puede ser contraproducente en el momento en que esa manipulación sonora resulte evidente en el aspecto formal. Si se usa para dotar de profundidad y para enfatizar ciertos aspectos, bienvenida sea la manipulación. Es más, no hay nada más manipulador que el foley por ejemplo y sin embargo, es muy apreciado en un documental si se usa con gusto y criterio.
LBS: Teniendo en cuenta diversos factores como los calendarios de post-producción o los presupuestos (entre otras muchas variables). ¿Existe dentro del género documental espacio para que la construcción de un mundo sonoro sea tan inmersiva como en una película de ficción sin afectar a su narrativa, a la historia en si?.
AMANDA VILLAVIEJA: Sin duda. ¿Por qué debería ser de otro modo? El documental está supeditado a unos condicionantes de presupuestos, de tiempos, igual que una ficción. Partiendo de esa base, lo más importante es conjugar su determinación ideológica con su sistema de escritura fílmico. Y además, al documental no le queda otra que realizarlo casi en tiempo real, en el momento del rodaje.
La inmersión en el diseño sonoro de un documental afectará a su narrativa. Por ejemplo, cualquier impresión de verdad en el cine de ficción, como en el cine documental, ha venido precedido por avances tecnológicos en las técnicas de captación del sonido. En los 60, las cámaras de formato ligero, posibilitaron salir al exterior a filmar, reforzando la impresión de realismo. Actualmente, el dispositivo utilizado para la captación del sonido de un documental puede ser tan sofisticado como el de la ficción. El número de micrófonos usados, la aparición de los grabadores multipista, la captación de atmósferas estereofónicas… A menudo, los técnicos de sonido trabajan tanto en ficción como en documental. Por lo tanto, las estrategias, los dispositivos, deben ponerse a disposición del proyecto, específico y único cada vez.
Si hacemos un documental entre dos personas, probablemente mi equipo sea mucho más ligero, pero mi trabajo sigue siendo el mismo. La descripción sonora de ese espacio se basará en la misma idea, no dejar de ser fiel a la historia, a los personajes filmados. Hay documentales que aún no estando bien grabados técnicamente, la fuerza de lo contado es tan grande, que supera cualquier deficiencia técnica. Eso me hace pensar en que éste es un género en el que el trabajo en equipo es su fuerza y su base. Muchas veces, mientras se filma, la realidad del momento hace que te olvides de que eres un técnico. Me gusta mirar a las personas mientras las filmamos, asentir con la cabeza o sonreír en los momentos en los que el personaje me alude. Un equipo de rodaje es realmente un marciano a los ojos de alguien que no es un actor. Incluso ha habido veces en las que, en medio de una entrevista larguísima, un personaje ha regañado al director diciéndole que paráramos, que ya llevaba esta chica demasiado rato aguantando la percha.
MIGUEL BARBOSA: Últimamente he tenido la suerte de poder trabajar en documentales que dotan una importante cantidad de su presupuesto a la posproducción sonora. Creo que viene dado porque en mayor medida los directores y productores se han dado cuenta de la importancia que tiene un trabajo elaborado de cara a un empaque final de la obra.
Sí que es cierto que no dispongo para nada del tiempo que se suele tener para un largometraje de ficción a la hora de recrear y construir los espacios sonoros. Es ahí cuando la experiencia, eficacia y rapidez juegan un papel esencial.
Es cada vez más frecuente, al menos en mi caso, de poder disponer solamente de dos semanas y media para la posproducción de un documental. Ahí como mencioné, es requisito indispensable la experiencia y el talento. Normalmente concibo el trabajo en paralelo con Diego Staub. Yo me encargaría del montaje de sonido de ambientes y fx y él, se encargaría de la edición de diálogos y mezcla final. Es poco tiempo pero ya hemos hecho unos cuantos siguiendo este esquema con resultados muy satisfactorios en el campo del 5.1.
Últimamente también estamos realizando una media de un foley cada mes y medio para producciones de Estados Unidos que manejan un presupuesto importante y que contemplan una partida para este apartado.
LBS: ¿Realizas estrategias distintas o diferentes a la hora de afrontar la construcción de un mundo sonoro para un género de no ficción como el documental con respecto a un género de ficción?.
AMANDA VILLAVIEJA: No, en esencia no. El único cambio es el saber que, trabajando en documental, la realidad pasa y no se repite. Nada es igual a la primera vez. Y en ese sentido tiene mucho que ver con el sonido. Ningún sonido es exactamente igual. Ni es lo mismo un sonido escuchado antes, ni un sonido escuchado después. Por eso en la escritura de ese sonido, en su registro, se encuentran los puntales de un punto de escucha, de una puesta en escena sonora, que marca la manera en cómo oímos y damos a oír.
Actualmente, gran cantidad de cines empiezan a instalar sistemas de reproducción de sonido inmersivos. El espectador se siente envuelto, literalmente, por los bordes externos de la pantalla. Pero, irremediablemente, dudo que sólo por eso la sensación de realidad que sienta el espectador tenga que ser más verdadera.
MIGUEL BARBOSA: Pues la verdad es que no. Uso mi filosofía del lienzo en blanco a la hora de trabajar. Claro que aquí tienes si cabe que ser mucho más fiel que en la ficción en el diseño sonoro para no salirte de la historia que se quiere contar. Si en ficción se notase el truco sería un fallo, sin embargo si se notase en un documental sería un estropicio ya que este género siempre tiene el componente de realidad.
La única diferencia que veo es en como te organizas los tiempos de trabajo.
LBS: ¿Hasta que punto o línea roja podrías llegar a la hora de exponer esas manipulaciones de la realidad al Director?.
AMANDA VILLAVIEJA: Las decisiones técnicas, estéticas e ideológicas forman un todo, que es indisociable a las personas que son filmadas. Debemos ser conscientes de la ideología que subyace en la técnica, o la manera en que esta técnica a su vez es capaz de generar nuevas estructuras de pensamiento. La técnica siempre debe estar supeditada a la ética, nunca al revés.
Un equipo que trata de esconderse produce imágenes que muestran. Mostrar sin embargo, no es filmar. El registro del documental está plagado de intenciones frustradas, de limites que no permiten ver más. De todo aquello que es invisible. Visibilizar lo invisible es como realizar un buen retrato.
Me gusta esta frase de Hermen Deckert, en referencia a ello: “Ningún individuo se puede reproducir objetivamente mediante una representación creativa; pero la representación puede ser de tal modo que todo el mundo aprecie la individualidad instrumentalizada, experimentada con tal fuerza e inmediatez que la persona individual se haga presente de modo inmediato. Toda obra que lo consiga es un retrato”.
Las líneas rojas se cruzan. Muchas veces en aras de conseguir una mayor verdad y hay que ser muy cuidadoso en no traspasar esos límites. Pero siento que tal vez las mayores manipulaciones se dan en el montaje de imagen, antes que en la edición de sonido. Evidenciar esas tentativas frustradas, todas esas búsquedas que se dan el directo, lo que provoca justamente es hacernos percibir que hay un sistema detrás.
MIGUEL BARBOSA: En el momento en el que algún elemento no funcione o se salga completamente de lo que concebimos como real.
LBS: ¿Es posible que las construcciones sonoras que podemos realizar en torno al género documental puedan llegar a ser más fieles que la propia realidad del momento del rodaje?
AMANDA VILLAVIEJA: Nunca serán más fieles en el sentido estricto. Pero serán verdades, construcciones que buscan transmitir la verdad, mediatizadas por una propuesta estética, técnica e ideológica y personal.
Pero hay que saber que la realidad no siempre es mostrable. Tampoco es siempre visible la tan buscada y pretendida verdad y por lo tanto, tampoco filmable. Pero probablemente en ese punto radica la belleza de un género que te regala momentos de verdad… y que a veces son aquellos en los que la cámara no está.
MIGUEL BARBOSA: Absolutamente. El principal problema de los rodajes es que nuestra oreja suele tener mejor previos de micro que los propios usados en la captación. Ya no digamos en cuanto a conversores. Nada como el cerebro.
Es por ello que se necesita recrear todo lo que veamos y no veamos en imagen. Es muy habitual que algún director te comente que le gustaría incluir algún elemento característico del lugar que por cualquier motivo o más bien, por la ley de murphy, ese día no se pudo registrar correctamente en sonido directo.
Un detalle que siempre me ha llamado la atención en la costa gallega (que es por donde me muevo), es el sonido de las olas rompiendo en los acantilados. Recuerdo una vez como en el faro de Cabo Vilán (costa da morte) las olas rompían con una fuerza visual brutal. Sin embargo, no era capaz de escuchar casi nada. Incluso un amigo que no trabaja en esto me dijo, «qué raro sería ver una película con esas olas y que no sonase nada». Es ahí cuando nuestra labor es más que nunca, imprescindible.
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