Lorca desde las entrañas. Entrevista a Miguel Amoedo, Goya a la mejor dirección de Fotografía.
Lorca desde las entrañas. Entrevista a Miguel Amoedo, Goya a la mejor dirección de Fotografía.
Publicamos la entrevista íntegra al DoP Migue Amoedo para celebrar su Premio Goya
Miguel Ángel Amoedo ganó el pasado sábado el Premio Goya en la 30 edición de la celebración de los Premios de la Academia de Cine Español.
Autor: Jorge Fernández-Mayoralas
De su ventana a la nuestra, Paula Ortiz se atreve con una adaptación de la obra más conocida del granadino Federico García Lorca. Tras debutar en el largometraje con De tu ventana a la mía, la directora vuelve a la obra Bodas de sangre escrita por Lorca en 1932 y que ya adaptara para la gran pantalla Carlos Saura en 1981. Migue Amoedo repite en La novia como director de fotografía y consigue madurar un estilo autoral, sensible y lúcido.
Miguel Ángel Amoedo lleva curtiéndose en la dirección de fotografía desde hace más de diez años. Cortometrajes, publicidad, televisión y largos han sido su escuela. Ha participado en películas de la talla de Kamikaze, La Habitación de Fermat o 10000 noches en ninguna parte. Desde este lado más autoral de la cinematografía comenzó hace tres años su andadura junto a la directora Paula Ortiz, primero en De tu ventana a la mía, por la que conseguiría el Premio a la mejor fotografía del Festival de Toulouse y la cinta que ahora nos ocupa y que se estrenó en cines de España en diciembre del 2015, La novia.
Conocemos a Migue desde que las pasiones cinéfilas nos unieron en una noche de Donosti y luego en Madrid entre libros y cine. En la Cineteca de Madrid, Migue es otro habitual, y allí quedamos para realizar esta entrevista al actual responsable de la fotografía de la serie de televisión Vis a vis (Atresmedia).
ENTREVISTA A MIGUE AMOEDO, DIRECTOR DE FOTOGRAFÍA
Es tu segundo trabajo junto a Paula Ortiz, tras realizar la dirección de fotografía para su opera prima,De tu ventana a la mía. ¿Qué crees que conseguiste con Paula para que te llegara este preciosista nuevo proyecto? ¿Por qué te decantas más por el cine de autor?
Paula es una persona muy especial para mí. Somos muy amigos, tenemos mucha confianza mutua y entendemos el cine de una forma muy similar. Es muy fácil colaborar con ella y las posibilidades que te da para plantear la película a nivel fotográfico son muy ‘suculentas’. Ella te obliga a ser creativo, a dar lo máximo de ti mismo. Los retos visuales que te propone a veces son muy grandes. Siempre te crea la necesidad de superarte y de enfrentarte a nuevos retos que ella conoce y a replanteártelo todo y buscar nuevas referencias. Me iba proponiendo temas, me iba contando cosas que se le iban ocurriendo y eso te permite asentar mucho más el guión, la película, el proyecto...
Para ser un buen director de fotografía tienes que hacer de todo. Pero a mí lo que me gusta es un cine más de autor, valiente. Creo que el compromiso en ese tipo de historia es mayor, la libertad creativa y el riesgo es mayor y el trabajo se luce mucho más, porque tienes muchos menos condicionantes. El cine de Paula Ortiz intenta incorporar muchos niveles de lectura. Es muy complejo e interesante.
Parece una película completamente cuidada y planificada por su resultado estético final. ¿Cuánto tiempo dispusiste para las distintas fases de producción? ¿Pudiste hacer pruebas en preproducción?¿En qué consistieron?
En preproducción siempre hago pruebas. Al final, hay muchas decisiones que si no pones primero la cámara y pruebas lo que después harás, no tienes una respuesta clara. Tú puedes teorizar sobre ciertas propuestas estéticas, pero al final lo importante es colocar la cámara; ver el vestuario; el maquillaje; hacer pruebas de fotogenia; ver cómo le funciona la luz a un actor,… y todo ese tipo de pruebas se realizaron. También había una parte experimental en la película, ciertas partes requerían algo un poco más especial. Había que inventarse imágenes a veces y eso también lo hicimos. Recuerdo que hice muchas pruebas con distorsiones de cristales; pruebas de obturación; cosas más raras como probar el HDR de la cámara para crear efectos de vibración de imágenes, etcétera. Hubo un proceso muy largo de experimentación y al final no usamos tanto dichos planos.
En la película, de hecho, hay una parte onírica, casi surrealista, que entronca con ese otro tono dramático, sensible y terrenal.
Al principio, la idea era que la película iba a tener una carga muy fuerte de este tipo de imágenes. Era puro cine experimental. Pero por falta de tiempo y de presupuesto se redujo el número de planos de este tipo, que acabaron formando parte del montaje final. En ese sentido, recuerdo una secuencia en la que se habla de una fragua de cristal en la que el padre de la novia es soplador de cristal. Era muy interesante el juego que podíamos hacer con los cristales. Nos pusimos en contacto con un señor que soplaba vidrio y que además trabajaba en la Universidad de Zaragoza. Nos estuvo haciendo unos cristales especiales donde introducía burbujas y probamos a hacer pasar la cámara a través de ellos. Nos poníamos delante de la lente y buscábamos efectos de distorsión o de dobles imágenes y la verdad es que conseguimos efectos muy curiosos.
Paula dice amar a Lorca desde que leyó por primera vez Bodas de sangre con 14 años: “Es una lucha entre la ley y el deseo, el dolor, la pasión, la naturaleza y la memoria. (extraído del dossier de prensa). ¿Cómo enfrentaste el universo tan rico de Lorca con la mirada sensible de Paula desde un punto de vista fotográfico?
El gran reto de esta película era adaptar a Lorca de una manera honesta y estar a la altura de él. Encontrar una posición de sumo respeto a su figura y a su valentía. Teníamos que conseguir una traducción de la voz poética del autor a unos tiempos modernos y previamente entender todo el imaginario lorquiano (la simbología de los colores o de los caballos que nosotros también utilizamos enLa novia) para luego adaptarlo a un entorno como el cine en el que hay otros factores como el comercial. Al final, con Paula ocurre siempre lo mismo: caminas sobre una cuerda muy fina. Te sientes un funambulista. Como no alcances el nivel que requiere el proyecto, la caída puede ser dolorosa. La exigencia era enorme y el riesgo era grandísimo. Al final necesitabas una actitud de “hiperresponsabilidad” con el proyecto y con muchas cosas más, para no caer en el ridículo, que podría haber sido muy sencillo.
Como esta película era una adaptación de Lorca, para mí había un elemento muy importante, que era su relación con el surrealismo. Lorca estuvo muy vinculado a los ismos, por su relación con Dalí y Buñuel. De hecho, Buñuel puso el nombre a Un perro andaluz en referencia a él.
Yo quería establecer ahí un vínculo con esa tradición, que es un camino perdido para el cine, porque en los principios del cine, este pudo haber sido muchas cosas, pero probablemente ha abandonado sus propiedades más experimentales. Se ha olvidado de trascender la realidad y los procesos mentales.
¿Te propuso la directora alguna referencia visual en esta fase de preproducción?
Normalmente, Paula no te da referencias visuales concretas. Pero ambos hemos hablado mucho junto a Javi García (operador de cámara, montador y coguionista de la película) de cine porque tenemos gustos comunes y en el fondo hablamos de que parece que cada nuevo proyecto en el que participamos estamos en realidad rodando la misma película. Por eso, trabajamos siempre sobre las mismas referencias. La gente ve una influencia en Paula del cine de Terrence Malick, al igual que en mi fotografía se puede observar una influencia de Néstor Almendros.
Hablamos de que La novia era una evolución de De tu ventana a la mía. De los hallazgos y de los errores. Yo le planteé que esta película tenía que ser mucho más áspera. La luz tenía que ser menos preciosista que en aquella. Más dramática. Había que enfatizar las emociones, los personajes y apoyar la dramaturgia. Pero al final, contra todo pronóstico, la gente habla sobre “una película bonita” y yo no quería hacer una película bonita. Quería todo lo contrario. Quería que la fotografía fuera implacable. Queríamos que ese concepto que tiene la gente sobre nuestro trabajo preciosista y barroco madurara a la vez que nuestro propio trabajo.
Para mí era una película ascética y tenía que tener una luz simple, franciscana y no ser demasiado compleja. Pero todo ello se va complicando por los retos atmosféricos que tiene la película. Hay una parte en la que atardece durante quince minutos de metraje. Es después de la boda, la pradera en la que están Leonardo y La Novia detrás de la torre. Después, comienza el viaje hacia la celebración y ahí ya está anocheciendo. Eso te obliga a solventar unos riesgos técnicos complicados y con problemas a la hora de sacarlos adelante.
Esa secuencia se estuvo rodando con planos desde las 9 am a las 19 pm. Pretender que todo eso fuera atardecer era un reto para mí y la parte más complicada de la película.
Turquía y Aragón han sido las localizaciones escogidas para La Novia. Cuéntanos cómo fue este proceso de selección y por qué os decantasteis por unos paisajes tan característicos.
Para Paula, los paisajes son un personaje más. Una parte fundamental de cómo ella construye las historias. Ella habla siempre de cronotropos: unidades espacio-temporales muy concretas y que ella necesita para crear los universos aislados en los que suceden sus historias. Es muy exigente a la hora de localizar y encontrar aquellos lugares en los que sus historias pueden tener lugar. El paisaje, por tanto, podría corresponder a cualquier parte de la cuenca mediterránea. Por eso Turquía, por ejemplo. Podría ocurrir en Túnez, en Grecia, en Marruecos... El mediterráneo tiene una larga tradición en pasiones, en la forma en la que se toma la vida. Eso es lo que a ella le interesaba, no enmarcar la historia en ningún lugar ni en ningún tiempo concreto.
¿Por tanto, se pretende que la película sea completamente anacrónica?
Realmente, la película es totalmente anacrónica. Hay personajes que se desplazan en caballos; otros van en moto; hay luz eléctrica, pero también hay velas; hay un zoótropo. Esta historia es muy particular, porque a nivel temporal la película habla del eterno retorno. Es decir, un concepto nietzscheano de la historia. De hecho, tiene una estructura circular, y para Paula era muy importante no establecer ni encorsetar la historia a un lugar del mundo concreto. No quiso que fuera gitano ni hubiera flamenco, porque así ya había sido contado e interpretado. Para ella, Lorca es un autor muy universal que habla de pasiones muy esenciales y esa es su búsqueda continua. Yo tenía que traducir también eso a nivel de iluminación, esa mezcla de cosas. Los paisajes de la Capadocia para Paula también eran muy importantes, porque quería representar también la imagen y el sueño surrealista, la imagen lorquiana, que el universo, el entorno generado fuera el de un paisaje pregnante que tuviera un significado y que hablara también de esta historia. Su horquilla era todo el siglo pasado, y como estábamos en un entorno rural donde la película parece que no evoluciona, el resultado era muy interesante.
Siguiendo ese esquema, ¿por qué os decidisteis por la Red Epic? ¿Cuáles dirías que son las mayores virtudes y algunos de los defectos de esta cámara?
Desde el principio yo he sido un director de fotografía fiel y fanático de esta cámara. De tu ventana a la mía está rodada con Red One y creo que se consigue una fotografía interesante porque saca toda la latitud de la cámara y me sentí bastante seguro de ella. Por precio: puedes tener dos cuerpos de cámara de Epic por el precio de uno de Alexa. A nivel presupuestario también era más interesante. En el fondo para mí la Red One (o la Red Epic) es una cámara generacional. Ha significado, de hecho, que en países donde no se podía rodar, de repente se pudiera rodar. Y ha sido el gran ariete del cine digital. Ha democratizado los rodajes y ha permitido que todo el mundo pudiera rodar con una cámara con un precio muy asequible. Pero en lo que respecta a esta película, nos pasó una cosa que ha cambiado mi percepción sobre las Red.
No hay comentarios:
Publicar un comentario