Protégete: la seguridad individual de los técnicos de sonido
Los trabajadores del directo, y en general todos los trabajadores, estamos sometidos a una serie de normativas y reglas que, al ser tantas, se ven más como un paso protocolario antes de la contratación que simplemente una herramienta fidedigna. Documentos, firmas y cursos son necesarios sólo para poder optar a ser contratados…hasta que algún día ocurre algo, y les damos su sobrada importancia.
A estas líneas quiero hablar de los EPI o Equipamiento de Protección Individual, parte asociadada, además, al otro requisito indispensable: los cursos de riesgos laborales. En realidad, y desde mi perspectiva y opinión, los segundos suelen ayudar a anular los primeros. Su redacción y comprensión no es fácil y tiende a complicarlo todo buscando una supuesta perfección que a suele pasar de absurda a demasiado necesaria, siendo el equilibrio y el sentido común lo que las hace válidas. Dicho de otra manera: demasiada parafernalia en papel para casos de nuestro día a día. Pero no es excusa, no puede serlo. Los más veteranos hemos sido espectadores de auténticas barbaridades a las que sólo hemos atendido al paso de los años. Hemos montado y subido estructuras sin certificar a varios metros de altura sin arnés, casco ni otro elemento de seguridad. No existía.
Este fin de semana me ha tocado, como a muchos, trabajar varios días seguidos. Dos de ellos puedo llevarlos a esta discusión. En uno, mientras un compañero estaba desmontando focos móviles de un truss, otro recogía los cables de descarga cuando se dio cuenta que un hierro se había entrometido en los ejes de la gennie. Al retirarlo provocó que el truss, que apenas estaba a 1,75 m del suelo, bajase repentinamente unos 5 cm… pocos, pero los justos para que el primer técnico recibiera un fuerte golpe en la cabeza. Por suerte, apenas salió chichón, pero podría haber sido mucho peor si en vez de golpear al truss lo hubiera hecho en una garra o en un tornillo que saliese.¿Deberían nuestros técnicos llevar casco? Leyendo la normativa, deberían. Quizá por pensar que 1,75 m no es peligroso, que lo hemos hecho mil veces sin problemas puede suponer cierto grado de seguridad; pero esas tediosas y largas normativas sí han pensado en este escenario: si estás descolgando algo que está justo encima de tu cabeza: casco.
Del otro ejemplo soy protagonista. Una rápida carga tras terminar la actuación de poco equipo: apenas cuatro SB18 y un par de racks de Kara. Al bajarlos de la acera a la carretera para su carga en el camión, se me resbala el sub que cae, con sus casi 100 kg de peso, encima de mi pie, en concreto de mi dedo gordo del pie derecho, haciendo tijera entre él y el bordillo. El resultado, tras el paso por urgencias, es una fisura y desprendimiento de uña que, aunque poco grave, causó estupor por la cantidad de sangre derramada. Mea culpa al decidir que por apenas cargar cuatro racks no valía la pena ir al coche a buscar el calzado de seguridad que, por su rigidez y protección, siempre me resulta tedioso y ciertamente incómodo. Y tampoco es excusa reconocer que no era el único. Esa fatal decisión me ha comportado un extremo dolor (que no recomiendo a nadie) y estar en reposo durante unos días. Gracias al concurso del traumatólogo que me hizo ver la suerte que tuve que la diferencia entre calle y bordillo apenas ‘rozara’ mi dedo gordo, dejando intactos los otros cuatro. Un par de centímetros más y el daño hubiera sido peor. Alguien, en algún momento, tuvo la precaución de buscar diferentes escenarios y situaciones donde los EPI debían cobrar importancia, y en esta situación mía era una de ellas. Ni que fuese un solo rack, seguían siendo 100 kg peligrosos.
Tras la tormenta, por así decirlo, me daba cuenta de la cantidad de cosas que, además, podría haber realizado por mi mismo (dado el cierto grado de decisión que tenía en ese evento) como podrían haber realizado los organizadores y productores del mismo. Por ejemplo, permitiendo cargar el camión en una zona algo más alejada pero que no tenía bordillo alguno (por lo que no hubiera que tenido que mover material salvando un obstáculo), elemento que también se recoge en la normativa de riesgos.
Escribo este artículo casi como para excusarme por lo que me pasó, pero también para empezar a hacer ver que no somos más duros, ni más fuertes, ni aún menos más eficientes cuando prescindimos de los EPI por decisión propia. Por algo están y por algo deben utilizarse.
Recordando el evento realizado (en realidad, cualquiera de los cuatro seguidos que he realizado este fin de semana) y en el reposo y desasosiego que impone tener que descansar por imposición facultativa, he ido descubriendo la cantidad de veces que había actuado teniendo en mente más la precaución que la curación: vallar la descarga del mismo puente que golpeó mi compañero seguramente permitió que algún vianante despistado estuviera justo debajo de él en ese inoportuno momento; volar cableado (que consume tiempo y esfuerzo) para evitar que el público se tropezara con él; utilizar el chaleco reflectante en noches oscuras en medio de una calle que, aunque poco transitada, bien podría hacernos visibles; o incluso no mover nada sin el uso de guantes y faja de protección. Ahora sumaré el uso más prolongado de ese casco y esas zapatillas de protección que, aunque siempre viajan conmigo, demasiadas veces he dejado en el maletero del coche.
Artículo de R. Sendra en www.hispasonic.com
https://www.hispasonic.com/reportajes/seguridad-individual-tecnicos-sonido/43187
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