La curva de la felicidad (en el ajuste de sistemas de audio)
En un montaje de un equipo de sonido normal existe la figura del ingeniero de sistemas. Puede ser el mismo que ha montado el equipo si es pequeño o una persona que se dedique exclusivamente a ello si se trata de un festival o un gran concierto. Tanto da quien sea, simplemente existe tal figura.
Entendemos como “ingeniero de sistemas” aquella persona cuyos conocimientos están por la labor de ajustar el equipo para que consiga una respuesta determinada. Lo más habitual, y así reza en la mayoría de riders habidos y por haber, es una “respuesta plana”, es decir, que ante la sumisión de una señal rosa el equipo responde de manera igual para todo el conjunto de frecuencias audibles (si se elige la opción de ponderación A, entonces esa respuesta lineal está en función de la respuesta propia del oído humano). No es tarea fácil, casi todo un arte. Este ingeniero, además, tiene en contra (o a favor algunas pocas veces) la elección del equipo. Hoy por hoy ya no trabajamos con cajas “full-range”, sino que optamos por diferentes tipos de cajas que tienen una respuesta en frecuencia determinada e incompleta, aunque el conjunto de ellas nos permite una reproducción de todo el espectro audible. Al utilizar diferentes recintos para diferentes frecuencias incluso podemos separar físicamente los puntos de emisión para conseguir diferentes propósitos en su radiación. Así las cosas, colgamos cajas para frecuencias que van de los 100-120 Hz o más hacia arriba y dejamos los subs en el suelo. Las primeras, al tener un comportamiento diferente al omnidireccional de las segundas, podemos ajustarlas para abrir o cerrar el radio de dispersión, llegar más cerca o más lejos, etc. Pero hay un momento en el que el ingeniero debe decidir en qué relación cada uno de esos recintos de frecuencia distinta transforman el nivel de señal correspondiente en presión sonora o, lo que es lo mismo, deciden qué nivel de presión sonora se conseguirá para todo el espectro audible en función de la respuesta en frecuencia de cada caja (o vía).
Insisto de nuevo: lo más habitual es buscar una respuesta plana, lo que indica que aquello que “modifiquemos” en la mesa será correctamente correspondido con las cajas. Esta decisión es, como digo, una decisión tomada con anterioridad y responde, normalmente, a una exigencia que se encuentra en la mayoría de riders técnicos: equipo de tantas vías que ofrezca una respuesta plana y a un nivel de 120 dB A. Parece que importa más el nivel de presión sonora máximo que la respuesta del equipo.
Primera pregunta: ¿preferís un equipo que dé 120 dB de presión sonora igual en todo el espectro audible o 100 dB A? La diferencia es tremendamente notable e incluso visual. Conseguir que un equipo dé 120 dB ‘a secas’ (tanto en ponderación como en ventana de tiempo) en todo el espectro audible es tremendamente fácil. Que, además, lo haga a 100 dB A y durante unos segundos determinados ya es otro cantar. ¿Os acordáis de las curvas isofónicas? Repasad, pero en cualquier caso deberíamos saber que para conseguir 100 dB A a 100 Hz necesitaremos muchísima más potencia efectiva que para conseguir 100 dB A a 1.000 Hz. Hasta tal punto que quizá tenemos que triplicar, cuatriplicar o mucho más el número de subs y su correspondiente amplificación (o reducir la potencia en medios y agudos). ¿Entendéis ahora por qué utilizamos más amplis para subs que para los tops? Somos más sordos a bajas frecuencias que, además, necesitan mayor cantidad de aire para mover (más fuerza que es más potencia). Para el ingeniero el ajuste es igual de fácil o difícil, en cuanto sigue teniendo una orden y debe cumplirla, pero el resultado final es tremendamente diferente.
Ahora poneros en ese momento en que nos entregan el equipo y utilizamos no ruido rosa, sino una pista musical para hacer una primera toma de contacto. Si el equipo no presenta ninguna deficiencia evidente, es probable que lo siguiente sea ajustar el ecualizador en la salida máster para otorgar “personalidad” al sonido. Si el equipo está ajustado a la perfección para conseguir esa respuesta plana que hemos pedido y es algo que, además, hemos podido comprobar con un RTA, ¿por qué necesitamos ecualizarlo? El ingeniero de sistemas tiene que haber realizado todos los ajustes posibles para que eso sea así y seguramente lo habrá conseguido. ¿Será que la pista musical es mala? Es evidente que no, porque en la mayoría de casos lo que escuchas es lo que alguien quiere que escuches. ¿O será que el ajuste realizado no es el ajuste que realmente necesitamos? Normalmente es esto último: amén de pequeños ajustes en la banda media, solemos aumentar ostensiblemente las bajas frecuencias. Con esta extraña moda de querer que los bombos de batería suenen a martillazos metálicos la demanda en bajas frecuencias es mucho mayor, justamente para compensar el exceso a 6 kHz que tan de moda está (por cierto, ¿hasta cuándo debe durar esta broma?). El ingeniero de sistemas en concordancia con el dueño del equipo que habrá elegido una configuración acorde al presupuesto y a las demandas técnicas, habrá ajustado perfectamente el equipo para conseguir esos 120 dB A de presión en todo el rango audible por igual, pero al aumentar, por ejemplo, los 100 Hz 6 dB mediante un ecualizador paramétrico lo que estamos haciendo es reducir drásticamente el headroom del sistema, lo que provoca dos cosas: o reducimos 6 dB la dinámica de toda la mezcla para mantener el headroom pero conseguir esa contundencia efectiva a los 100 Hz o perdemos todo equilibrio sonoro de nuestro ajuste (es ese momento en que ves el ingeniero de sistemas llorar de impotencia en algún rincón del FOH). En este último caso llegamos al mismo punto de siempre: exceso de compresión, dinámica triturada, sonido que fatiga y resultados bastante pobres. Puestos a dar algún consejo, si te encuentras en esta situación (donde necesitas más presencia de subs que de medios/agudos), en vez de aumentar subs creo que lo mejor es reducir la banda media/aguda, lo que mantendrá la dinámica y lo único que reducirás será el nivel de presión sonora, algo que todo el mundo —aunque no lo sepa e incluso tú mismo— agradecerá a medio plazo.
Imaginad esto en un ambiente más discotequero, donde es fácil que aumentemos en hasta +24 dB la respuesta en bajas y muy bajas frecuencias… ¿Qué margen nos queda? Por suerte los DJs no recuerdan qué es la dinámica.
Hay un equipo de expertos que hace tiempo que es consciente de ello y suele estudiar cada año cuál es esta curva de la felicidad. Sería el equivalente a una curva donde los subs toman importancia según el estilo musical, manteniéndose ya más o menos plana la respuesta (siempre pendientes de las características del oído humano) a partir de 1 kHz, pero difícilmente antes. Es trabajo del técnico de banda saber exactamente qué curva necesita, así como qué consecuencias tiene el hecho de tener un equipo ajustado de manera lineal. En cualquier caso, es responsabilidad tuya, técnico de banda, saber qué pides pero sobretodo conseguir tus resultados con lo que hayas pedido, porque te harán caso. Asimismo, recuerda que aplicar esa curva de la felicidad puede suponer duplicar el coste del alquiler del equipo, por lo que pedir +20 dB a 100 Hz sólo tendrá sentido si realmente lo necesitas (tú sabrás, como buen técnico que eres, qué cantidad extra de bajas frecuencias necesitas). A veces nos pensamos que los técnicos de PA para bandas sólo mezclan, pero en realidad hay un tremendo trabajo de pre-producción anterior, entre el que se encuentra elegir la frase adecuada cuando pides el ajuste de un sistema.
Artículo publicado en www.hispasonic.com por R.Sendra
http://www.hispasonic.com/reportajes/curva-felicidad/41972
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