El peligro del agua en un escenario.
El agua es uno de los elementos más peligrosos en nuestro sector. Ese preciado líquido es capaz de destrozar el mejor de nuestros equipos con una simple gota. Peor aún, es capaz de matar. De hecho, los diseñadores de equipos para eventos exteriores ya cuentan con ello y los diseñan ya no estancos, pero sí lo más resistentes posible. El agua no sólo aparece cuando llueve: el rocío o los ambientes húmedos son igual de peligrosos. El agua es conductora de electricidad y, si se cuela dentro de una placa electrónica, no sólo puede dañar un circuito y hacer inútil una mesa, un amplificador o un foco, sino que puede desviar la corriente eléctrica en cantidad y momento suficiente como para dañar a una persona, incluso matarla.
Existen métodos para evitarlo. El más eficaz y obvio es evitar que llegue agua a ningún equipo. Cuando pedimos escenarios cubiertos o carpas resistentes a la lluvia no es un capricho, sino un sistema de seguridad. De hecho, una carpa en el control de sonido es un problema para conseguir la mejor sonorización, pero pesa más la seguridad de los trabajadores que ello. Ya buscaremos la manera de conseguir un sonido digno, pero protégenos de las inclemencias.
Lo segundo es un sistema eléctrico que se apague de manera automática cuando detecte la más mínima derivación entre una fase y la toma de tierra. Es ese momento en que salta el diferencial y lo hace, como ya he dicho, cuando la diferencia de potencial entre la toma de tierra y cualquiera de las fases es sensible. Un engorro, porque quizá es por apenas una derivación pequeña, pero antes esto que una desgracia. Rearmar el sistema nos tomará apenas cinco minutos, así que paciencia. Pero ¿cuantas veces hemos dudado que funcione y hemos provocado esta situación para verificar que funcione?
Todos los elementos conductivos a los que tenemos acceso deben tener su propia toma de tierra. Entre ellos el escenario, normalmente un compendio de madera y hierro (otro elemento conductor). Para su nivelación suelen utilizar tacos de madera que, secos, no permiten el paso de corriente, por lo que la legislación obliga el uso de una toma entre el escenario y tierra. El objetivo es que en caso de una derivación, es decir, una fuga de corriente, ésta se disipe lo más rápida y eficazmente hacia el infinito pozo que supone la Tierra (en mayúscula).
Quien mata no son los voltios, sino el amperaje. 0,3 mA son casi insuficientes como para parar nuestro corazón, pero el susto no te lo quita nadie. Por encima de eso entramos en una zona de riesgo. Si potencia es resultado de voltaje por amperaje y sabemos que tenemos un voltaje limitado (220 o 380 v), veréis que superamos con creces ese amperaje “de seguridad”. A nuestro alrededor hay suficientes amperios como para freirnos a todos y cada uno de nosotros. Un arma letal al alcance de la mano y que se activará a la mínima.
Gran parte de las normativas a las que estamos sometidos, y así lo entiendo, sirven justamente para evitar todas estas desgracias. Aún así, todavía no he suspendido ningún concierto por que el escenario no tenía toma de tierra, o la toma de Neutro del generador no estaba conectada a Tierra. Ambos son elementos objetivos de seguridad, regulados por ley y que sí o sí deben estar presentes. Otra vez esa tozudería nuestra en querer tirar adelante un bolo sea como sea.
Hoy en día, un par de gotas no son problema. Y cuatro son suficientes como para tener que parar el evento, sólo para empezar a proteger con plásticos todo aquello que está a la intemperie. Por cierto, somos técnicos y responsables del equipo de sonido y luces, no de los instrumentos ni otros cachivaches que no nos pertenecen (nota: músicos, llevad vuestros plásticos). Cuando llueve y aunque no lo parezca, actuamos por seguridad. Desplegamos un par de plásticos de esos azules en un minuto, pero luego estaremos media hora repasando los equipos para cerciorarnos que no están mojados, los guardaremos para que sigan funcionando e invertiremos más tiempo en plegar plásticos que en cargar un camión. Cuando llueve, sabemos que trabajaremos más, por el mismo dinero, en condiciones todavía peores (mojados) y mucho más rápido (léase inseguro).
Pero hay momentos en que cae una lluvia de apenas minutos. Lo hace en el peor de los momentos quizá, en ese instante en que un grupo está a punto de salir al escenario o que apenas han tocado uno o dos temas. Cae un chaparrón en apenas minutos. Ellos, los músicos, insisten en tocar el máximo de tiempo, y tu, como técnico, les sigues el juego. Empiezas tapando la mesa, los equipos de outboard, cierras racks innecesarios en ese momento y ves como los compañeros de escenario hacen lo suyo con la mesa de monitores. Se desaloja el escenario y tienes un par de minutos para sacar la microfonía, girar los monitores, lo que sea y rápido. Entonces la lluvia termina.
El público, en júbilo, empieza a reclamar otra vez la banda. Pero empiezan las dudas. El suelo del escenario está mojado, y a apenas centímetros, a veces sólo milímetros, conviven agua y enchufes. Aún no ha saltado ningún diferencial, buena noticia. Pero hay agua, mucha agua. Recuerdas esas clases de electricidad básica donde te insisten que la corriente circula siempre por el camino más fácil, menos resistivo. Por eso los cables son de cobre, cuya resistencia al paso de corriente es mucho menor que otros metales igual de asequibles. Y te das cuenta que,mojado, el menos resistente eres tú. Es el músico.
Estás convencido que has conectado bien las tomas de tierra, que las líneas balanceadas están presentes en todos los cables (sobretodo los que van con alimentación fantasma), que el circuito eléctrico de protección existe en todas las máquinas que hoy entran en concurso. Entonces ¿por qué no seguir?
Un PAR64 de 1.000 W al 100% implica que consumirá un voltaje de 220 V y 4,5 amperios: más de cien veces el límite de seguridad para el ser humano. El foco se enciende, por lo que le llega corriente, pero si hay agua en alguna parte, la corriente buscará el camino más corto y fácil para disiparse. Puede recorrer parte de la estructura y dirigirse al potencial más bajo, que puede ser el individuo que luego cantará. El cantante no utiliza zapatos de seguridad y, además, estará conectado eléctrica y físicamente a una guitarra eléctrica —es decir, conductiva—, a un amplificador que, a su vez, está conectado a una toma de corriente (o no, que no es equipo mío). Ese es un camino. Si llevara botas de seguridad apenas sería un susto, pero...
Nadie toma decisión alguna. Es curioso, les dices que tú, como técnico, estarás al otro lado del escenario, lejos de él, parapetrado detrás de una consola con faders de plástico, pero que los músicos son los que tienen las más altas posibilidades de electrocutarse. Incluso les dices a tus compañeros que lo más seguro es irse del escenario. No entienden la indirecta: queremos tocar. Ya, y yo quiero pagar menos de autónomos. Sólo queda el truco final, el decisivo. Cuando te das cuenta que te hacen responsable de toda esa gente, de todos esos profesionales, cuando te convierten en “responsable” justo horas antes de que sólo fueras ese a quien exigían eso y aquello, te queda la última: si queréis tocar en estas condiciones alguien tiene que firmar un documento donde se haga responsable de cualquier incidencia, documento que yo no firmaré. Suspenden.
Lo peor, acaecido últimamente, es la ira del público. Debéis entender que nadie de los que participa en un concierto (mucho más de los que pensáis) quiere suspenderlo. Podemos estar muy cansados, tras largas jornadas, pero creednos que lo que queremos es que disfrutéis. Y tanto nos da que la entrada sea gratis o pagando, pero en el momento en que detectamos cualquier signo de peligro optamos por la seguridad de todos. De todos. Sentimos vuestra frustración como propia, así que la próxima vez que suspendamos por lluvia, llueva o no, estaremos suspendiendo en aras de tu seguridad.
Artículo publicado en www.hispasonic.com Artículo completo http://www.hispasonic.com/reportajes/peligro-agua-escenario/40934
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