Radio Albayzín

viernes, 24 de junio de 2016

Cómo funciona el sistema Dugan de mezcla automática de micrófonos.



Cómo funciona el sistema Dugan de mezcla automática de micrófonos.

El sistema Dugan de mezcla automática de señales microfónicas se encuentra en consolas como las Yamaha CL/QL y Avid SC48, o también en unidades hardware específicas Dugan y los grabadores serie 6 de Sound Devices; además, hay una versión software de la marca Waves. Fue diseñado por el americano Dan Dugan hace ya casi 40 años. 
Su objetivo es mejorar el trabajo habitual del técnico de sonido directo en situaciones donde se han de mezclar varias fuentes provenientes de múltiples micrófonos, como representaciones teatrales, eventos, debates, etc., en las que no se conoce el orden de intervención de los participantes, de modo que el técnico de sonido desconoce en qué momento y con qué nivel va a intervenir cada uno de los interlocutores —es decir, no tiene una previsión clara de qué nivel de señal va a entrar por cada canal de micro—.
El sistema Dugan funciona gestionando las ganancias de los canales de entrada, no los volúmenes, en función de la interpretación que realiza de lo que está sucediendo en los propios canales de entrada; de esta forma, la relación señal ruido se mantiene más alta. Determina un nivel concreto de salida para cada uno de los canales de entrada, regulando automáticamente la ganancia de la señal presente en cada uno de esos canales y realizando una distribución de ganancia entre todos los canales microfónicos para mantener el nivel adecuado de la mezcla final de éstos, reduciendo así el nivel de ruido de fondo y disminuyendo considerablemente la posibilidad de que aparezca realimentación —y por ende, los temidos acoples— en cualquiera de ellos. 
El algoritmo diseñado por Mr. Dugan minimiza la presencia de ruido de fondo casi hasta la desaparición. Como consecuencia, las señales procedentes de las voces que estamos mezclando resultarán claramente más limpias al elevarse el valor de la relación señal ruido.
Contrariamente a lo que podría parecer inicialmente, el sistema Dugan no utiliza puertas de ruido ni establece valores umbrales para la señal de audio, sino que minimiza el ruido de fondo y establece unos niveles prefijados para los niveles de salida de los canales seleccionados.
Un ejemplo práctico: las mesas de mezcla de la serie CL y QL de Yamaha incorporan una tarjeta Dugan con capacidad para gestionar hasta 16 canales microfónicos a 48 kHz u 8 canales a 96 kHz. En los siguientes esquemas se muestra el funcionamiento del sistema.
Dugan
a) Cuando ningún interlocutor está hablando, todos los niveles de entrada se mantienen al mismo nivel, y ningún micrófono ve afectada su señal. La ganancia se distribuye entre ellos.
b) Cuando un interlocutor interviene, la ganancia correspondiente al micrófono de ese canal se eleva hasta alcanzar 0 dB, mientras la ganancia del resto de micrófonos se atenúa.
c) Cuando varios interlocutores intervienen a la vez, la ganancia se distribuye de forma equitativa entre los canales activos, para que el nivel de mezcla de los canales microfónicos permanezca constante. Al mismo tiempo, se atenúa la ganancia de los micrófonos donde no estamos recogiendo señal activamente —es decir, donde no interviene ningún interlocutor—.
Dugan
Artículo publicado en www.hispasonic.com por Elena García Vicente
http://www.hispasonic.com/reportajes/como-funciona-sistema-dugan-mezcla-automatica-microfonos/42022

The Secret World of Foley, un cortometraje que captura la magia de los artistas de efectos de sala.


The Secret World of Foley, un cortometraje que captura la magia de los artistas de efectos de sala.

Del foley a ratos es difícil hablar. Es un arte que más que sostenerse por tratados y formas esquemáticas, perdura en pocos estudios donde se conserva una tradición que ante todo es fiel muestra del amor al sonido, al movimiento, a la sutil magia que sucede en cada transición de la vida, entre los segundos.
El arte del foley, como anteriormente hemos explorado, consiste en la recreación de muchos sonidos de la película a partir de efectos de sala que se reproducen en tiempo real por actores que, además de su habilidad para sincronizarse con lo que sucede en pantalla, son ante todo oyentes asombrosos, capaces de aproximarse al mundo no necesariamente por su materialidad, sino ante todo por su vibración acústica y el inevitable éxtasis de los sonidos acusmáticos, aquellos desprovistos de toda relación con el “mundo real”, por ende con infinita posibilidad de serlo todo en la película.

Es una habilidad también desarrollada en los montadores y diseñadores, sin embargo en el artista foley hay un juego especial, que quizás comparte todo el cine al crear ilusiones de una forma tan sutil. La forma como escuchan estos artistas es fascinante, porque tratan al sonido libre del peso de la materia, al tiempo que reconocen constantemente la capacidad acústica de la misma. Sin embargo, el foley permite ir más allá de la mera relación acústica, en tanto ahonda en la acusmática, en la situación mental y las posibilidades de escucha. Esto se refleja a la hora de utilizar materiales: algunos se recrean literal con respecto a lo que se ve en pantalla, pero otros, surgen de los objetos y relaciones más sorprendentes, inimaginables.
Dada su invisibilidad y secreto en la creación de la película, los artífices del foley siempre danzan tras el telón. Nadie los ve y a nadie les debería interesar a la hora de presenciar una película, dado que su labor no debe dejar rastro del artista, y como el diseñador de sonido, ha de eliminarse, para que todo se sienta natural. Sin embargo, esto no implica que no atendamos a la belleza que se oculta tras bambalinas porque siempre es increíble detenerse a contemplar el arte del foley, lo cual ha logrado el director Daniel Jewel en su cortometraje The Secret World of Foley (El mundo secreto del foley), donde le rinde tributo a este bello oficio en gran medida en extinción. Veamos:
https://vimeo.com/170948796
En el vídeo se crea un retrato de dos artistas que actuan a duo para el filme: Sue Harding, quien descubrió el foley a los 11 años y cuenta créditos en cientos de películas y el veteranoPeter Burgis, cuya lista de trabajos previos sobre pasa los 150 largometrajes. Lo grandioso es que en el vídeo nunca hablan, limitándose a compartir su arte, tan silencioso como sonoro, tan meditativo como activo, tan sutil como evidente. Es un constante recorrido por la inmensaimaginación aural y la vasta riqueza de timbres que, articuladas a la exploración del movimiento y el performance, construyen una expresión original, digna de este desconocido y algunas veces poco valorado arte.
Tal vez más allá de lo sorprendente, de lo informativo y lo bien logrado del corto no es únicamente el hecho de reconocer la importancia del arte del foley, sino ante todo, de saber que el cine es sonoro, que hay mundos invisibles deambulando en los recovecos del tejido audiovisual y el hecho de edificar la película sonora, es ante todo vivirla. Al artista foley por algo lo llaman también actor, porque desarrolla un papel, un rol. Ejecuta mucho de lo que percibimos, es responsable de profundas relaciones en la oscuridad de lo invisible. Esto es porque además de los actores y objetos que vemos en la gran ilusión de la pantalla, las películas se escuchan.

Artículo publicado en Hispasonic por Miguel Isaza  
http://www.hispasonic.com/noticias/the-secret-world-of-foley-cortometraje-captura-magia-artistas-efectos-sala/42042

viernes, 3 de junio de 2016

Once cosas que he aprendido en 25 años de carrera de Músico y Técnico de Sonido.


Once cosas que he aprendido en 25 años de carrera de Músico y Técnico de Sonido.

Un buen día de hace casi 25 años decidí hacer música. Fue así tal cual lo describo. Provengo de una familia sin tradición musical artística y que durante generaciones se había dedicado principalmente a la agricultura, por lo que la expresión artística no estaba dentro del rango de actividades que pudieran apoyar o entender. En 1991 y en Málaga el acceso a la tecnología era una broma, la educación técnica del sonido inexistente y la educación musical formal reducida al ámbito clásico, por lo que mi carrera ha sido un constante prueba-error en todas las áreas. Fruto de este proceso de aprendizaje, he escrito esta pequeña lista, basada en mi experiencia y no en mi sabiduría, que espero que ayude a las nuevas generaciones que empiezan en la profesión.
1. El camino se hace al andar. Hubo una primera vez que grabé batería, que dirigí a un artista, que hice un arreglo de orquesta, que grabé con la orquesta, que grabé en otro país, que trabajé un estilo de música concreto, que un cliente me dijo que el trabajo no era lo que quería. Siempre he sido valiente y he aceptado los nuevos retos y eso es lo que ha hecho que crezca profesional y personalmente. 
2. La autocrítica es un bien escaso, doloroso y necesario. Mi familia, mi pareja o mis amigos no son el baremo por el que debo valorar mi trabajo. Después de la emoción del comienzo, en lo que todo te parece maravilloso y te sientes tocado por dios, desarrollé un sistema de autocrítica muy feroz en la que pasé a comparar mi trabajo con mis referentes. Obviamente, al principio la diferencia era abismal, pero, más allá de la necesaria autoindulgencia, me sirvió para trazar un horizonte y hacer que cada día la distancia fuera más corta.
3. Mi valor como productor depende del equipo humano del que me rodeo. No soy omnipotente, ni omnipresente y no puedo pretender ser el mejor en todo lo que hago, por lo que en cada trabajo me rodeo de los mejores. Con los años, además, he desarrollado una relación de amistad y confianza y tengo un círculo de profesionales en los que confío ciegamente, de los que aprendo cada día, y que me hacen mejor profesional. En música 1+1 suele sumar 3 o 4 casi siempre.
4. El equipo es irrelevante. Cuanto más educo mi oído, menos herramientas necesito. En los últimos años mis proyectos han pasado de ser un crisol de plugins y hardware externo a  contener la mínima expresión posible de efectos.
5. Nadie jamás me ha elegido ni me elegirá por ser el mejor. Esta profesión se basa en las relaciones personales y en el éxito de tu trabajo, por lo que el parámetro “mejor” no está en ninguna de las consideraciones necesarias para ser contratado. Después de 25 años peleando por ser el mejor en mi profesión, he llegado a la conclusión de que no sirve para absolutamente nada. Además, no existe forma alguna de medir ese mejor, por lo que lo que te hace el indicado es la percepción de lo bueno que eres que tienen los demás.
6. He aprendido más de cada error que de cada acierto. Si tuviera que hacer una lista de cosas que ha aprendido equivocándome, necesitaría años de escritura constante. Aprender de mis errores y no tener miedo a equivocarme ha sido capital mi evolución.
7. En un mundo en evolución constante, es fácil quedarse obsoleto. Y el estar constantemente vigente requiere mucho tiempo y una mente muy abierta.
8. Compartir lo que sé me hace crecer profesionalmente más rápido que el resto. En este tipo de profesiones tan minoritarias y competitivas, el secretismo actúa de barrera para las nuevas generaciones y la competencia: ese truco o aparato que nadie conoce, esa forma de mezclar, etc. Yo me he dado cuenta que explicar lo que sé me ayuda a asentar y mejorar mis conocimientos y me obliga a inventar algo nuevo para seguir en el candelero.
9. Los éxitos se desvanecen, las cagadas te persiguen toda tu vida. Cada trabajo que hago es un paso de mi carrera donde nadie atiende a las circunstancias en las que se hizo ese trabajo: da igual que ese día estuviera enfermo, en mitad de un divorcio, el presupuesto fuera ridículo, o en una inundación, siempre tiene que ser el mejor proyecto que haya hecho nunca. Como internet tiene memoria infinita, aquella remezcla que hice hace 12 años sin tiempo aún me persigue…
9. No siempre soy la persona apropiada para todo lo que me ofrecen. Antes de aceptar un trabajo debo estar seguro de que mi presencia va a hacer que sea mejor y que voy a disfrutar durante el proceso.
10. Yo soy un artista y no trabajo por dinero. Sólo quiero hablar con mis clientes de arte, de emociones, de sonido y no quiero que el dinero sea un obstáculo en nuestra relación ni el criterio para aceptar un trabajo. Samuel es mi persona de confianza para eso y él, que ha sido músico por más de media vida, sabe cómo gestionarlo. Yo empecé en la música por el amor a la música, no al dinero.
11. Los estudios de grabación atraen trabajo. Es lo que yo llamo el efecto “luces de colores”. Por más que la tecnología y mis capacidades estén por encima de eso, a los grupos, artistas y clientes en general les gusta ver grandes mesas de mezclas con muchos botones y grandes cristales y da igual el número de premios que tenga que trabajar en mi casa, acondicionada acústicamente y con equipos y sintetizadores por valor de muchas decenas de miles de euros, no transmite la seriedad necesaria.

Artículo publicado por Antonio Escobar en www.hispasonic.com
http://www.hispasonic.com/blogs/once-cosas-he-aprendido-25-anos-carrera/41958