Estereotipo. Si hubiera que definir a los fotógrafos de bodas por la imagen que de ellos se tiene seguramente habría que empezar por esa palabra. La fotografía nupcial suele estar rodeada de un festival de tópicos que, por suerte, ya han pasado de moda. O de época, incluso. Flashes de antorcha, iluminación plana y “un disparo por familiar, que hay que ahorrar carrete” son expresiones tradicionalmente asignadas a estos profesionales desde que el tiempo es tiempo. O desde que la gente se casa y quiere fotos.
Como toda especialidad, la fotografía de bodas tendrá sus propios demonios, pero desde hace unos años lucha por purgarlos. Y la reciente cita de BodaF con ponentes de la talla deWalter Astrada o Ryan Muirhead es posiblemente la mejor prueba.
Andrés Parro, gerente de UnionWep e impulsor de BodaF.
Organizado por el colectivo de fotografía de bodas UnionWep y bajo la batuta de Andrés Parro, 16 ponentes y múltiples talleres fueron la excusa para reunir el pasado mes de febrero a más de 200 fotógrafos. Intercambiar y afinar conocimientos y reunirse con compañeros son, según el fotógrafo Luis Lorenzo, los principales motivos para juntarse en Madrid: “Estando aquí te entran ganas de hacer fotos. Es un sitio para ponerse las pilas, muy motivador.”
Así que BodaF –un evento que nació en México y que ya ha cumplido en suelo español su cuarta edición- ha sido la excusa perfecta para echar un vistazo al mundo de la fotografía de bodas. “El gran problema de BodaF es que es muy complicado explicar lo que es y lo que te llevas si no te lo cuenta alguien que lo ha visto”, nos dice Parro. Y tiene razón.Ryan Muirhead en un momento de BodaF.
Nosotros sí nos pasamos por allí. “Los trucos o la forma de trabajar de cada uno los puedes ver en un libro o en YouTube, pero no te puedes tomar un café con esos fotógrafos.”
Pero la fotografía de bodas –o la fotografía en general- no es ya sólo cuestión de sacar fotos o grabar un vídeo. Hay que saber venderlo. Y darse a conocer. Ahí es donde encajan conferencias como las de Ismael El-Qudsi sobre la reputación on-line o la de Enrique del Valleacerca de cómo manejarse con Google y su sistema de anuncios AdWords. O la de Andreas Schou, titulada “Vender más con Facebook”, o los consejos de Pablo Montero para vender un reportaje de boda utilizando un tráiler al más puro estilo fotográfico. Guste o no, ahora ser fotógrafo es también todo eso.
Basta charlar un rato con los profesionales de este sector para entender que ya no estamos ante una disciplina de segunda división. O no al menos si para realizar el sondeo usamos a los fotógrafos realmente especializados y no a quienes se acercan aquí como meros autómatas con ganas de redondear el sueldo tirando unas cuantas fotos. Ésa es la imagen que todavía persiste de este colectivo y con la que se pretende acabar.
“La fotografía de bodas siempre ha sido de tercera categoría”, nos reconoce Parro. “Nadie la quería hacer, pero eso está cambiando.” Modernizar el estilo visual es una pieza clave en este proceso de revalorización.
¿Y la crisis? Aunque esta especialidad no es inmune, son los reportajes de boda de alto copete los que menos están sufriendo. “Hay novios que dicen que para tener unas fotos de mierda ya se las hace su primo, pero si tú ofreces un producto que no te lo puede hacer nadie más, siempre habrá alguien dispuesto a pagar por ello”, explica el fotógrafo Luis Lorenzo. Se puede decir más alto, pero no más claro.
Definitivamente algo ha cambiado. En el estilo y en el trabajo y la labor del fotógrafo. “Ser buen fotógrafo y mal vendedor no funciona”, resume Parro. Por eso ahora el fotógrafo tiene que ser también empresario, experto en marketing, en redes sociales, en atención al cliente… Y luego saber hacer fotos, claro.
Crisis, cambio de estilo… pero, ¿cuál es el origen de estos cambios? El organizador de BodaF tiene una explicación tan sencilla como válida: “La novia de antes veía revistas como Pronto; ahora lee Cosmopolitan y Vogue. Quiere verse como en esas fotos y paga a un profesional que sea capaz de conseguirlo.”
Crisis, cambio de estilo… pero, ¿cuál es el origen de estos cambios? El organizador de BodaF tiene una explicación tan sencilla como válida: “La novia de antes veía revistas como Pronto; ahora lee Cosmopolitan y Vogue. Quiere verse como en esas fotos y paga a un profesional que sea capaz de conseguirlo.”
Y para conseguirlo hace falta mucho más que esas poses de siempre, el flash directo o el f8 para que todo el mundo salga enfocado. Clichés que todavía saltan de forma automática al pensar en fotos de boda.
Pero tampoco hay que lanzar las campanas al vuelo. Sigue habiendo falta de compañerismo, miedo y mediocridad, aunque por suerte éstos son casos cada vez más aislados. O al menos ésa es la idea que va calando entre muchos profesionales.
En la imagen superior, Enrique del Valle durante su charla sobre Google y AdWords.
Todavía hay gente a la que le da miedo compartir una foto en Internet por si los novios deciden descargársela en lugar de comprarla o si algún compañero intenta copiar el estilo. De todos modos, por suerte son muchos los que coinciden en que los trucos se pueden imitar pero el estilo es algo personal. “Cada uno tiene su visión personal y eso te lo podrán imitar, pero no te lo podrán quitar”, explica Kepa Fuentes, otro de los asistentes a BodaF.
Fernando Sancho, fotógrafo y ponente de BodaF, está de acuerdo con este postulado: “He venido a contar mi experiencia, a continuar esa generosidad que me han dado otros fotógrafos contándome la suya.” Las nuevas tecnologías han tenido mucho que ver en esta especie de apertura. “Ya no se puede esconder nada”, sentencia el fotógrafo madrileño Jesús Giles.
Donde antes había un libro de estilo del que era difícil escapar ahora hay un arcoíris de puntos de vista y estilos. “La creatividad debe de primar, la técnica debe ir supeditada a una intención. No hay normas de composición, sino intenciones que te llevan a hacer unas determinadas composiciones”, explica Giles.
Problemas que se van diluyendo y que dejan paso a otros nuevos. Si el intrusismo profesional supone una gran amenaza para este sector, la versión familiar ahora también merece atención. Parro nos lo ilustra con una escena que habrá presenciado cualquiera en una boda: “Miro desde el altar y hay siete u ocho cámaras semiprofesionales e incluso profesionales en manos del primo y el amigo de turno.”
Problemas que se van diluyendo y que dejan paso a otros nuevos. Si el intrusismo profesional supone una gran amenaza para este sector, la versión familiar ahora también merece atención. Parro nos lo ilustra con una escena que habrá presenciado cualquiera en una boda: “Miro desde el altar y hay siete u ocho cámaras semiprofesionales e incluso profesionales en manos del primo y el amigo de turno.”
Aunque puede haber –y las hay- excepciones, confiar en las dotes fotográficas de alguien sólo por tener una buena cámara es un error habitual y fuente de no pocos disgustos. De hecho, desde BodaF nos confiesan que sus últimas campañas van enfocadas en esa dirección.
Con sus viejos fantasmas alejándose y con sus nuevos problemas acechando, tal vez no sea ninguna tontería acercar la metáfora gastronómica y hablar de una “nueva fotografía de bodas”. Una idea que posiblemente lleva ya un tiempo cocinándose pero que cada vez es más visible.
Repudiados por muchos fotógrafos, los tópicos y los prejuicios autoimpuestos han impedido ver la calidad y creatividad de estos fotógrafos, que quieren dejar de ser, de una vez por todas, los conocidos como fotógrafos de la BBC: bodas, bautizos y comuniones.
Artículo de Eduardo Parra para www.quesabesde.com